Estoy a favor de Eurovegas. De verdad. Espero que lo instalen justo encima
del Delta del Llobregat y que ahuyenten de una vez a ese hatajo de plumíferos
que lo tiene invadido. De esta forma, lo que nos cuesta un dineral en
mantenimiento se convertiría en una sustanciosa fuente de ingresos. Sí, ya sé
lo que dirán: que si la sostenibilidad y las alcachofas y todo eso. Pero seamos
serios: ¿acaso los pajarracos o las hortalizas nos sacarán de la crisis? Por
favor, antes de contestar, libérense por un momento de todo el lastre de
utopías antediluvianas que se adhiere a sus pensamientos como una caspa
obcecada y políticamente correcta. No es tarea fácil, pero si ustedes han conseguido,
aunque sea por una escaso nanosegundo, atisbar la puerta de entrada a su sentido
común, la respuesta no puede ser otra que NO. A partir de aquí, el engranaje de
conclusiones se sucede de manera automática: Eurovegas SÍ nos sacará de la
crisis porque atraerá a los incautos turistas de los cruceros que llegarán
masivamente a dejarse la pasta; por tanto, el puerto de Barcelona se quedará
pequeño en cuestión de semanas y deberá ampliarse hasta Badalona (por el otro
lado está el aeropuerto, se siente); por consiguiente, todos los
establecimientos de gresca y xerinola ubicados en el Port Olímpic, así como las
playas (y un trozo de la Barceloneta que molesta) deberán ser trasladados a un
lugar con capacidad para albergarlos, y tras un detallado estudio del mapa
urbanístico de la ciudad, no cabe duda de que el Forum es el sitio ideal, si al
final no hay que deshacerse de él también; ergo, todos los festivales de música
patrocinados por marcas de cerveza que allí se celebran deberán trasladarse al
Parc Güell; luego todos los mercachifles de objetos inservibles y fosforito que
allí se congregan deberán ser reubicados en el Liceo, la Sagrada Familia y en
diversas salas del Museu Picasso. Total, los turistas no lo van a notar porque
sólo vendrán a comprar sombreros mexicanos y a machacar las tragaperras. Y
hablando de tragaperras, tampoco estaría de más colocar unas cuantas
estratégicamente ubicadas en la entrada de la Pedrera y el Palau de la Música,
y también unas mesas de Black Jack junto a Canaletes, para aprovechar la
contagiosa irracionalidad que se presenta bajo el eufórico disfraz del triunfo
deportivo. El proyecto de la ruleta gigante en el espacio que ahora ocupa la
Plaça Catalunya quedaría para más adelante, a causa de su complejidad técnica y
a una pareja de perroflautas que se niega a bajar del monumento a Francesc
Macià, a pesar de las advertencias de la policía y de las cacas de paloma.
¿Y qué pasa con los habitantes del Baix Llobregat?, se preguntarán ustedes
con muy buen criterio. Pues muy fácil: que se van a ahorrar una pasta en viajes
transoceánicos. Nadie necesitará viajar ahora hasta el quinto pino para
disfrutar del incomparable espectáculo de luz y de color que el progreso nos
ofrecerá a tan sólo unos metros de la puerta de nuestra casa. Si hasta he
escuchado que piensan colocar una réplica de la estatua de la libertad.
Pequeñita, eso sí.